Hemos escuchado y visto muchas veces en la tv sobre la
naturaleza salvaje, animales feroces, depredadores, una naturaleza cruel y
agresiva.
Quiero compartir con ustedes una breve historia sobre una
naturaleza no tan salvaje y sobre un ser humano no tan inocente.
Naturaleza Salvaje.
Fermín un niño alegre y cariñoso, sueña con ser súper héroe,
aunque sus nervios lo han traicionado en más de una ocasión. Vive en la ciudad,
su entorno son edificios color gris, la melodía de los vehículos en las horas
pico y tiendas por doquier.
No es amante a la naturaleza y no simpatiza con algunos animales,
no es para menos, su único contacto con algo color verde son un par de macetas
en la casa, le teme a las arañas pues tienen muchas patas y son peludas.
—A un niño de
la escuela lo pico una araña y casi pierde el dedo— cuenta Fermín.
—Una picadura
de hormiga te puede dar alergia, los gusanos peluditos te queman, las
serpientes son venenosas y ¡te puedes morir!— lo último tiene algo de cierto no
lo podemos negar.
El concepto
de naturaleza que se hacía Fermín era peligroso y salvaje, algo que se debía evitar
a toda costa.
Pero para la
suerte de este pequeño, esto iba a cambiar, su madre lo inscribió en una excursión,
visitarían una reserva natural. Como un buen chico se equipó con todo, como si
se internaría en la selva más espesa e inhóspita del mundo y es que a él le
gustaba Indiana Johns.
En su bolso
repelente, alcohol, venditas, la navaja de su abuelo, comida —Uno nunca sabe
que puede ocurrir en un lugar tan peligroso— exclamaba Fermín.
Llegaron a la
reserva e inician un recorrido por el lugar, todos los niños emocionados por
las cosas nuevas que veían, pero Fermín estaba algo nervioso con las novedades,
y cada ruido lo asusta poniéndolo alerta. Hacen una pequeña estación en casa de
un señor y Fermín aprovecha para ir al baño —era una letrina se imaginaran el
sustito que se llevó— en eso el grupo decide avanzar y no se percatan de la
ausencia del pequeño; el susto mayor se lo llevaría Fermín al darse cuenta el
grupo ha avanzado sin él y decide que los alcanzara.
Va lentamente
caminando por el sendero, escuchando un sin número de ruidos extraños para él,
las ramas moviéndose de forma amenazante, siente un escalofrió que le recorre
todo el cuerpo y decide acelerar el paso, llega a un gancho de camino, se
encuentra con dos opciones, no sabe cuál tomar pero se arriesga con el camino
de la izquierda y es ahí donde Fermín toma la mejor decisión de su vida,
perderse entre el verde de los árboles y el cantar de las aves. —aunque él creía
que ese camino lo llevaría hasta donde estaba el bus.
Fermín con
miedo y sollozando decide recostarse en un árbol, en eso sopla un viento y las
ramas se sacuden, escucha un leve susurro que no sabe de dónde viene.
—Pequeño no
llores.
—No estoy
llorando —dice Fermín— solo está lloviendo en mis ojos.
—¿Cómo te llamas?
—Soy Fermín,
¿Pero qué hago? Estoy quedando loco hablando solo.
—No estás
loco, hablas conmigo.
— ¡Aquí asustan!
¿Qué quieres espíritu? —grita Fermín.
—jajaja —se escucha
una risa— mira hacia arriba.
Fermín voltea
a ver hacia arriba, y ve un árbol grande, era un hermoso Guanacaste de oreja,
—¿Estás
perdido? —pregunto el Guanacaste, preocupado por Fermín.
El pequeño
entre sollozo y suspiros no hallaba que hacer, de repente siente una pequeña
cosquilla, ve su mano y estaba subiendo una pequeña arañita.
—haaaaaaaa—
grita Fermín desesperado —una araña asesina, sálvenme por favor, me comerá la
mano.
—No grites la
asustaras —dice el Guanacaste— solo está caminando no te hará ningún daño, ella
al igual que tu solo quiere llegar a su casa, mira ahí donde están esas telas
de araña, ella tejió su hogar.
—Pero seguro
que no mata—dijo Fermín muy asustado
—No, da la
vuelta y observa donde va para que conozcas su casa.
Cerca de una
rama se encontraba una tela de araña grande y elaborada, era la casa de ese
pequeño ser inofensivo.
Fermín se quedó
sorprendido, del trabajo que la araña había realizado y aunque no había perdido
el miedo se tranquilizó un poco al saber que no lo mataría.
—La
naturaleza puede ser muy agresiva— dijo Fermín muy seguro.
—No más que
el hombre— dijo el Guanacaste.
—¿Cómo?
—pregunto Fermín, el no entendía eso.
El árbol de Guanacaste
le pidió que subiera a sus ramas, Fermín nervioso y desconfiado lo hizo, él le
mostro una parte de la reserva que estaba deforestada, habían talado una parte
del bosque.
— ¿Cómo paso
eso? —Pregunto Fermín
El Guanacaste
con mucha paciencia le explico, que el hombre por su incansable ambición tala
los arboles sin permiso, para vender la madera preciosa, sin importarle el daño
que hace al medio, sin pensar en los animales que ahí habitan, los nidos que
dañan, las crías que mueren, los ríos se secan, las especies nativas se
pierden.
—Es un
desastre!— Exclamo Fermín, sorprendido por tal daño.
—Los animales
no lastiman al hombre, solo se defienden de los ataques, de la invasión que
ellos hacen, los animales son criaturas trabajadoras como las hormigas,
artistas como las arañas, cantantes como los pájaros.
Fermín
reflexiono un poco sobre la naturaleza no tan salvaje, el salvaje es el hombre
que destruye sin medida, que lastima a los otros seres, que no resiste vivir en
armonía.
En eso Fermín
se recostó en el árbol de Guanacaste, serró sus ojos y escucho unas voces.
—Fermín! Fermín!
¿Dónde estabas?, estaba preocupada, tu solo en esta selva, ¿Te quedaste
dormido? —Dijo la maestra preocupada.
—No estaba
solo, me acompaño el Guanacaste y los otros animalitos que viven acá.
—Hay Fermín,
estabas soñando.
Fermín sabía
que nadie le creería su conversación con el Guanacaste, pero ese día cambio su
vida para siempre, desde entonces ha decidido observar más de cerca los
animalitos que se encuentra.
Trata de
respetar la naturaleza que lo rodea, transmitiéndole lo que sabe a sus
compañeritos.